Decidí salir del atolladero,
buscar la luz en sus ojos
de tigresa histérica.
Decidí olvidar el barranco
y aproximarme al valle
donde el humo de las chimeneas
divulga el calor de los cuerpos
que se yuxtaponen en perfecta armonía.
Decidí sentarme a la orilla del río
y perder la cuenta de las nubes que pasan.
Decidí quemar todos los deseos
en una pira sanadora,
evangélica.
Decidí no volver asomarme al precipicio,
no rebozarme en la ignominia.
Decidí escalar sus piernas
y alcanzar la cima de sus caderas…
Probablemente las tristes deban de salir con más rapidez, como cuando algo nos sienta mal y lo vomitamos y nos quedamos bien agusto.
Recibo tú sonrisa y te devuelvo la mía.
Eso es María, no sólo decidirlo…
Muchas gracias, ya vendrán tiempos peores .
Ayer me hice una cuenta en Instagram (veremos a ver lo que duro) y te sigo.
Un abrazo aún más fuerte para tí (sin llegar a ahogarte) y mí deseo de que tú fin de semana sea maravilloso.