A TODOS LOS MUERTOS QUE AÚN SIGUEN EN LAS CUNETAS
Y A LOS QUE MURIERON ESPERÁNDOLOS Y A TODOS LOS QUE VIVEN BUSCANDOLOS.
Lo velaron en todas y cada una de las madrugadas…
esperaban que volviera, esperaron al muerto
muriendo.
Ese dolor se hizo grande… tan grande que ya no dejó entrar a la vida,
que malherida por el dolor, marchito los campos.
La madre, la hija, el padre, la mujer, el marido … el hermano y los amantes,
pusieron esa pequeña jarra con flores.
Que florecen, en los álbumes escondidos dentro de los cajones.
Recordando aprendieron a esconder las lágrimas, a mascar el miedo.
Un murmullo cubre la noche, como el susurro de un velorio.
Están muertos.
Quieren que estén aquí, en la cama, para meterlos en el ataúd,
que es donde deben dormir los muertos.
…Y los que velan fueron muriendo, y el muerto no llega, qué triste está tristeza que no acaba, qué triste está tristeza que mata.
¿Decid dónde se encuentra la fosa? para ir a cavar con las uñas y limpiar con las lágrimas mis lindos huesos, y traerme a mis muertos a la cama de mi sufrimiento.
Decía la abuela.
Para que el llanto sea silencio. Y los niños puedan escuchar las nanas que se cantan
en el olivar, en las noches de viento.