En la cumbre del tronco,
con una suerte de corona de estrellas,
se adornaba el árbol dormido,
estremecido por su agitado respirar.
Puestas ya las manos y pies,
trenzado ya en su corteza blancas prendas,
enrojecidas las esferas por su briosa sangre,
se bañaban sus ramas del pecado eterno.
Se agitaron sus hojas día y noche,
la tierra se estremeció desde su centro ,
la madre lloraba bajo aquel árbol,
y otros brindaban a su salud.
Inaugural jolgorio de Navidades y Pascuas,
el guía de hombres, el hijo del mundo,
amado por todos y odiado por tantos,
a sus pies guardaba el primer regalo.
La nueva promesa llegaba del árbol o cruz,
el carpintero murió en madera:
las astillas en su cuerpo fueron testimonio
de su amor inmerecido.