No hay más niebla que la que deja
la cintura de un desengaño.
La carcasa podrida de afectos
y la desdicha de los años.
El amanecer soñoliento
sobre un espejo desvelado.
Ese delicado suspiro
que incendia el árbol del espanto.
La anunciación de la tristeza.
El perfil roto de otro daño.