Queríamos entender todo, pensamos que podíamos entender todo, pero el misterio nos dio en las narices con la verdad muchas veces.
Entonces dimos varios pasos hacía atrás aceptando que lo correcto era visualizar la necesidad del vacío, recoger las huellas y comprender en los límites de la razón que el lleno que anhelábamos superaba nuestro molde y nuestra esencia.
Entendimos entonces, -observando desde lejos el firmamento-, que aceptar esta humana incapacidad era al mismo tiempo un acto de arrebato y gloria.
Sabernos humanos era el principio: Pequeños al infinito, exentos de virtud, luminosos en el silencio, peces en el océano de la belleza.
-De los diálogos con Siam-