De la brevedad de la vida

¿Qué deberíamos entender de la brevedad de la vida?

Quizá su insuficiencia y, en sí mismo, su carácter absoluto e irremediablemente efímero.

Después de todo, desconocer la nostalgia del amor vivido, es, de algún modo haber perdido el pasado y, por lo tanto, su presente en potencia. Porque tal vez, ya sea hora de decirlo…

“El presente no es más que potencia en acto y el porvenir el arte de la postergación, y justo por ello, se cae en la nihil, nada.”

Y dime la verdad… ¿es qué no lo sabías o es que lo has olvidado?

¿Es que ejercitándote en el porvenir te olvidas de vivir y no perteneces en absoluto ni al pasado, ni al presente?

Persiguiendo algo que no es.

Persiguiendo un por venir, persigues una infructuosa y vacía nada.

Y ya la nada siempre impertinente, lo mismo que hueca, me vacía el corazón haciendo de mis días y mis horas una existencia sosa y destejida, porque el cuerpo lo mismo que la razón necesitan y gozan en la demora del tiempo presente, en la brevedad vital en la que nos sumerge el instante con cada puntada que le da a su tejido existencial, con cada golpe que recibe nuestro suelo, nuestro cuerpo, nuestra piel, nuestra carne y haciendo de todo ello un temblor, una corriente que nos recorre el cuerpo.

Obligándonos a sentir de cuerpo entero y en modo presente, en nuestro aquí y en nuestro ahora.

Porque el corazón late en profundidad a precio de lanzarse, de dar el salto sobre la acción y en el peligro que conllevan.

Y sólo he de hacerlo conforme confió en el Otro.

Y porque los resultados son: un poco fruto de la acción y mucho del azar, es que abrazamos la acción presente, su rotunda y efímera afirmación, porque en ella la vida se nos juega el todo por el todo, cada vez.

Y ya sumergidos en el presente, comprendemos que sólo se vive una vez, y en la brevedad, que nuestra vida es, una acumulación de instantes presentes, que sólo se es en el instante, cada vez… y que es distinto de decir, que se vive para el instante. Porque quizá nuestro presente no sea más que una re actualización, de un modo otro, de nuestras nostalgias… y, digámoslo, dichoso quién posee nostalgias y puede mediante su presente re actualizarlas.

Y que así su vida ¡sea!

Un cuidarse, un curarse y un quererse de sí a sí en que nuestro mundo gira, en que sentimos y experimentamos que nuestra vida es eterna y que algo de ella queda… a aeterno modo.

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