Hay muchas teorías sobre cómo se extinguieron los seres humanos, pero nadie lo sabe realmente. De repente ya no estaban. Quizás no hablemos estrictamente de extinción, sino más bien de “desaparición”. No había nadie allí para verlo. Cuando llegamos, el planeta estaba vacío como una cáscara de plátano.
Maestro, perdone si mi redacción resulta a veces incomprensible. Estoy practicando algo que
hacían mucho los seres humanos, cosa muy notable y extraña, que es hablar haciendo comparaciones entre unas cosas y otras, resultando de esta operación una sensación cognitiva extraña. Me estoy iniciando también en las metáforas, aunque no sé muy bien lo que son. Parece ser que las llamaban más comúnmente mentiras, aunque podría estar equivocado. Prosigo.
No sé lo que es un plátano, nunca lo tuve delante, aunque he visto fotos y descripciones.
Quizás no sea la comparación más adecuada. No es fácil, la verdad, pero me esfuerzo mucho. Me gusta aludir a su cultura y forma de vida cuando escribo; me parece una práctica adecuada para este trabajo.
¿Qué sabor tendrá un plátano? Lo desconozco. No tenemos nada parecido a lo que ellos llamaban frutos de dónde venimos. Al principio me sentí confuso cuando busqué la palabra “plátano” en nuestros escasos registros de la Ciencia Humana, porque aparecía una imagen de un vegetal
enorme (los humanos también usaban la palabra árboles), y me resulta díficil creer que los engulleran para desayunar. Además, de todos es sabido que no es de buena educación comer
cosas más grandes que uno mismo. Al menos, así fue siempre entre nosotros.
Los humanos eran muy diferentes, de eso no hay duda. Tenían extremidades blandas y poco estilizadas, un tronco central que podía ser de dos formas diferentes (creo que eso ocurría al azar) y una protuberancia extraña entre los hombros. Nunca he sabido para qué utilizaban esa protuberancia pequeña y la verdad, bastante horrenda. Creo que nadie lo sabe. El próximo día tal vez usted, maestro, pueda arrojar algo de luz sobre este hecho. Si usted no lo sabe, probablemente no sea nada. Quiero decir, algo sin importancia ulterior.
Investigo y escribo sobre este tema, sobre los seres humanos, porque siento curiosidad. Sé que
no es un tema tremendamente atractivo, y puede que incluso me gane una amonestación, pero quién sabe, tal vez descubra algo. Puede que no algo revolucionario, pero quizás si arroje algo de luz sobre la historia de este planeta decadente y sobre cómo llegó a ser el vertedero de la Vía Láctea.
No es una afirmación despectiva, maestro. Ser un vertedero no es realmente una catástrofe, hay muchos planetas, como usted bien sabe. Exactamente tres mil trillones de billones de millones quinientos cuarenta y siete mil cuatrocientos ocho. Sin embargo, supongo que para “ellos” sí sería algo importante, dado que era su hogar. Quiero decir, al fin y al cabo, como decimos a menudo los de nuestra especie: “Sólo estás perdido realmente cuando todo a tu alrededor está perdido”.
Como escribo en lenguaje humano (concretamente una vertiente llamada “castiliano” creo,
supongo que porque se hablaba sobre todo en sus construcciones defensivas), la traducción no es exacta, pero espero que se entienda, maestro.
¿Por dónde iba? Ah, sí. Descubriré algo, estoy seguro. Hay algo dentro de mí, aparte de mis
componentes vitales y la energía que lo inunda todo, que me dice que los humanos eran mucho más complejos de lo que pueda parecer a simple vista.
Ya sé que está mal visto hablar de ellos, aún más investigarlos o escribir sobre ellos, pero quiero
arriesgarme. Maestro, usted siempre me dice que tomemos la iniciativa, en sus propias palabras: “Sólo eres uno más cuando todos los demás son uno más”. No sé si lo he trasladado bien al castiliano.
He aparcado mi nave y vago por las ruinas oscuras del planeta. Ahora me encuentro escribiendo en su lugar de cultura, no me acuerdo exactamente de si lo llamaban “bar” o “biblioteca”, porque alguna vez leí cosas contradictorias. Tal vez sean sinónimos. De cualquier forma, me siento como un explorador. Recorro las ruinas y observo cada rincón; y a veces encuentro una hoja de papel sucia y arrugada, la abro, y leo algo nuevo. A veces, incluso, con un poco de suerte, encuentro un tomo completo. Una vez encontré uno muy extenso que tenía una cruz dorada en la solapa y hablaba de muchas cosas rarísimas. Muy, muy, muy entretenido.
En ese libro había otro ente que no era como ellos, que no era humano, aunque tenía un hijo que si lo era. Además, ese ser parece ser que vivía en la atmósfera del planeta (aunque no lo vimos al pasar) y a veces se enfadaba y manipulaba la naturaleza y hacía cosas horribles.
A su hijo lo mataron pero creo que él no se enfadó demasiado en aquella ocasión. No lo recuerdo bien. Lo leí de un tirón pero no entendí mucho. Maestro, usted siempre dice que lo que no se
entiende ahora tal vez se entienda en otro ahora. Eso espero. El libro se llamaba “La Biblia”, aunque ese personaje no sale. Por lo que he podido recabar, pertenecía al género de la ciencia-ficción.