Lírico.
Cuando te acaricio con los ojos del deseo,
te acaricio con el último resquicio
de mi aliento, y todo es un momento
que pasa como el suspiro efímero.
Y es que, el deseo es un jardín prolífero,
tan abundante que se agota de tanto presenciar su propio nacimiento.
Y yo, me inflamo exuberante
al contemplar tu encanto.
Y nos contempla el cielo con tal admiración,
que el ángel desalmado, brillante, resucita,
y yo me arriesgo a realizar la cita
de mi aliento con tu respiración.
Y en el trayecto, el mensaje se excita
al difundir mi ardiente pretensión.
Que no falte mi imagen en tus sueños,
ni tus besos en mis labios, ni en tus manos
la ternura, ni en tus ojos el destello de la vida, ni en mi cuerpo la tibieza de tu piel,
ni en tu vientre receptivo, la dulzura
de la miel que produce mi lujuria.
Cuando te acaricio con el pensamiento,
el tiempo detiene su trayecto,
y en las montañas de tus senos,
se entretiene como si fueses su destino,
y se adelanta la explosión de sus centenos fecundables, y el susurro de tu acuosa
intimidad, se difunde como un trino
delicado, y la escucho en el camino
con todos mis sentidos extasiados.
Cuando te acaricio con la inspiración,
los cielos comparten sus luceros
con los mares y los mares comparten
sus cruceros con los cielos, y generosas
las caricias se reparten, mis caricias,
tus caricias que hacen brotar las perlas nacaradas de mis surcos pasionales.
Jorge Martínez C.
Autor.
Foto propia.