Cuando la noche cierra sus manos
para que el último aliento
de polvo, de ceniza,
pueda ensombrecer
la finura de la garganta seca como la sombra;
cuando la noche, al fin,
haya enterrado en mi pecho
las visiones que la persiguen,
así el cuerpo, la garganta y la sombra
puedan recorrer el instante
donde el silencio palpable,
acompañado con el olvido,
abandonen
en mi sangre roja y fría la certidumbre,
la verdad del alma.
La noche ha hundido en el deseo
el surgimiento de una inútil compasión,
aturdida
por el silencio de puras sombras
palpables.
La compasión nació dentró de mí
y la noche cerró sus manos,
cerrando con ellas
mis ojos.
Conviertes la noche en un símbolo del olvido y cierre de capítulos. Tus versos emanan la esperanza de que con la oscuridad de la noche, las visiones perturbadoras y el silencio se desvanezcan en su interior. Tal noche se erige como un manto para cerrar los ojos a lo que ya no puede ser, una metáfora poderosa de la aceptación y el paso del tiempo.
Siento como si se revelara una lucha del alma contra la inevitable transformación.