No son sólo tus labios,
dos brasas encendidas con sed de eternos besos.
No es sólo tu pelo,
el refugio perfecto de mis lágrimas torpes.
Ni es tu piel solamente,
donde calmo mis ansias y excito mis silencios.
Es más bien tu dulzura.
Ese abandono tuyo, como de niña chica,
bajo la intensa lluvia.
Es tu linda figura recortando silueta
contra el ardiente púrpura de una tarde de estío.
Es la paz infinita que se aloja en mi alma
cuando miro tus ojos.
Y es tu risa infantil y jubilosa
siguiendo el fugaz vuelo de un joven gorrión
entre los lirios.
No, no son sólo tus labios,
ni tus ojos de miel.
Ni siquiera es tu cuerpo,
exclusiva razón para seguir viviendo.
Es tu luz, tu ternura.
Tu increíble existencia en el mar de mis sueños,
lo que me hace dichoso.
Por eso,
cuando no estás conmigo,
siento que el mundo es solo una mentira
girando en el vacío.
Y que mis tristes días,
solo son tiempo hueco
que el destino me dio para llorar tu ausencia.
Cuando no estás conmigo
y se eleva el telón del tétrico escenario
de mi corazón loco,
comienza el primer acto de una oscura tragedia
cuya escena final,
me temo cerrará con la palabra olvido.