Cuando llame el amor, ya me habré ido. Volver. Quizá me lo piense, cuando llame el amor. La acústica de tus llamadas. La caracola de mar que me regalaste. ¡Ya nada de ríos, vida mía, seremos instantes!: un contacto de ojos bastará. Nuestras pupilas desarmadas. Cuando llames a la puerta, ya habré regresado. Cuando llames al corazón, ya me querré ir contigo. Al árbol, a la sombra del árbol. Sobre el rocío de la arena. Cámara lenta esta danza nuestra. Conversar, ponernos al día. Alzar el vuelo. Señalar a la luna no siendo de noche. Revolotear, nos imitarán las libélulas. Bostezar. Tienes sueño, lo sé: ahora es tu turno de caer. No te eches para atrás, vida: yo te esperaré. Cada año. Cada fin de año. En la portada de tu libro de bolsillo. Libro que alguna vez fue mío. Ahora tuyo. Esas hojas que tocas. Que con tus dedos peinas y despeinas. Las huellas que alguna vez dejé. El libro calla mejor que yo… El libro no te ama. Te salva, pero no te ama. Te sirve de espejo, pero no te quiere besar la cara. Estoy, quizá te necesito más de lo que te amo. Estoy tanteando tu número en la cabeza. No contestas. Tu voz ya no es tu voz. El olvido distorsiona, la memoria recrea. Pero no es tu voz, y debo escribir todo esto, porque hace falta eternidad, hace falta quietud, certidumbre, libertad, contradecir el vacío después de la muerte; ¡podría escribirte y algo no me deja… algo me hace esperar… ¡siempre! Esperar toda una vida. No quiero verte morir… No puedo aceptar nuestra mortalidad… La distancia nos hace mortales. El recuerdo nos hace mortales. Podríamos hacer de esta jaula, un ave gigante, y que nos llevase a los confines de lo ignoto. ¡Oh!, imagínatelo: soñadores patéticos y eufóricos, a lomos de un dibujito, de un delirio nuestro, sobrevolando un mar de verdad, en ascenso hacia las estrellas, hacia las constelaciones de coral: lo que hace el amor, lo que provoca el amor, podríamos desnudarnos, quitarnos los marcapasos, los segunderos que vienen con el corazón, y aventarnos a los ocelos del Sol, dejar atrás las placentas mentales, las muletillas, los eufemismos, podríamos decirnos siempre hola para no decirnos siempre adiós, podríamos olvidarnos del te amo porque el amor sería el color innato de nuestros labios, y nuestros ojos podrían ir vendados porque no nos perderíamos ni un poco la pista… ¡el amor nos catapultaría de vuelta! Oh, el amor, el desamor fue la gota que rebosó el vaso… ¡cuánto vicio… ¡y yo que prometí mantenerme limpio esta noche… noche que se repite siempre… ¿amar en demasía es pecado? extrañar el recorrer de una sangre, los tentáculos de un corazón, extrañar una viveza inefable ¿amar en silencio es pecado?
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Diría que el pecado es esto…pero quizá no hay pecado en este amor, sólo ausencia. Duele leerla y a la vez, está tan preciosa en tus letras. Gracias por esta maravilla, Arturo
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