Tiene que haber palabras de consuelo
cuando la vida cobra su sentido,
negándose a caer en el olvido
porque en vivir se pone tanto celo.
Y es que rogando de impotencia al cielo
el ser humano débil ha nacido,
y a poco que abandona libre el nido,
sin sentimiento en falso pisa el suelo,
pensando que entregándose a su suerte
en vano con lo eterno se la juega
al obviar que el fiscal sea el demonio,
cuando esperándole estará la muerte
que en el momento más aciago llega
dando fe con su triste testimonio.