Quizás nunca logremos en la tierra
dominar por entero sus vaivenes,
ni cruzar sus entrañas con los trenes
sin tener que subir la abrupta sierra.
Poderosos ya somos en la guerra
sin respetar siquiera los belenes,
pero cuando se mueven terraplenes
hasta el mayor incrédulo se aterra.
Si la Naturaleza nos sacude
con inusuales dosis de castigo
poco o nada logramos defendernos
si no pedir que el cielo nos ayude
aunque sin fe quizás me contradigo
por no salir pitando a los infiernos.