Ya detuve la canción;
la interminable penuria,
que alimentando mi furia,
lanza fuego a mi traición.
¡Y comienza en perdición!
el capítulo perfecto
del final mejor electo.
Llorado sobre condenas;
navegado entre cadenas
dignas del vil arquitecto.
Gran pena y calamidad
las grietas en esa estatua.
Que tal néctar de flor fatua,
se esparcen con soledad.
Puro caos en verdad
el más típico dilema.
Justo como el teorema
del amor sin nuestra calma.
Pobre ilusa mi triste alma
que te regala un poema.