Si toda contradicción fuera nimia;
si toda contradicción fuera plana;
si toda contradicción escondiera
una simple claridad
¡Ay, no tendría esta duda!
No miraría a cuatro ojos,
dos diferentes de dos.
No miraría a dos labios,
uno diferente de uno.
Me dejaría llevar en el abismo,
de querer y desear
al mismo tiempo,
a cuerpos separados.
No es la existencia simple; lo reconozco.
No se le puede pedir riendas,
a un cuerpo libre de deberes,
atento,
curioso,
insaciable.
Ni los prados verdes,
que a veces han sido consuelo,
pueden resolver mi encrucijada.
Y sin querer culpar ni hostigar a mi amanecer,
y sin querer culpar ni hostigar a ningún Dios
ni a ningún destino, me pregunto insufriblemente:
¿será todo esto mero castigo…?
Si toda contradicción fuera nimia;
si toda contradicción fuera plana;
si toda contradicción escondiera
una simple claridad
¡Ay, no tendría esta duda!
Cada día, los caballos en mí relinchan más,
este cruce se hace pesado y malévolo,
pero ni mi alma ni mi cuerpo quieren responder.
Quizá debo ser disciplinada y nunca ardiente,
y al pensarlo, lo siento,
lo siento,
lo siento,
¡es todo esto un mero castigo!
Quisiera morir por sus labios prohibidos,
y vivir, al mismo tiempo, por aquellos consentidos,
pero ni debo, ni quiero engañarme:
no se le puede pedir riendas,
a un cuerpo libre de deberes,
atento,
curioso,
insaciable.
Algo en mí se va convenciendo:
hay una pequeña luz
que llama a todo lo confuso.
¿Es todo esto un castigo para renacer?
Esta contradicción es un choque frontal.
No hay amores lógicos. La razón no desata pasiones.
Y aún así…
Si toda contradicción fuera nimia;
si toda contradicción fuera plana;
si toda contradicción escondiera
una simple claridad
¡Ay, no tendría esta duda!
No miraría a cuatro ojos,
dos diferentes de dos.
No miraría a dos labios,
uno diferente de uno.