Es tu corazón un gran continente de alarmas y resguardos.
¿Quién será el que recorra tus rutas y halle al fin tu enigma?
Deseo tu fuego y me entregas escarcha,
espero tus primaveras y me extiendes tus inviernos.
¡Que daría yo por recibir un otoño!
Me bastaría para habitante,
pero te pones fría y no escuchas.
Nuestra Pangea comienza a separarse
y un mar de sentimientos se interpone;
para mí, es un mar de injusticia,
y desde tus costas se observar turbio,
porque ni tú siquiera te entiendes.
Así creaste tu continente y lo poblaste de desconfianza pura,
de intereses propios y de juicios ajenos.
Desde ese momento, ya no hallé un lugar para reposar.
¿Quien se atreverá a agrietar los hielos de tu Antártida?
¿Acaso podrás colocar tu confianza en aquel que logre conquistar aquellos apartados territorios tuyos?