(A MICHEL FOUCAULT)
Yo sé que quisiste ser envuelto por la palabra
ser transportado,
más allá de todas las posibilidades del inicio
y no pudiste,
Yo sé que habrías deseado darte cuenta
que te precedía una voz sin nombre
desde los tiempos inmemoriales
de la memoria.
Es que te habría bastado entonces
para encadenarte al fraseo y al rastro
de todos los discursos
inmiscuirte inadvertido
en los intersticios de las palabras
donde las voces como señales ingrávidas
se detuvieran interrumpidas,
levitando en el silencio
aprendiendo y descubriendo de tu voz
su propio sentido.
Se habrían suprimido todos los inicios
y tu voz ya no sería la dueña del discurso
sino la laguna preexistente donde estalla
en el arrullo del azar y desaparecen
como el pequeño punto infinito
por donde su posible existencia
procede y se proclama.
Yo sé que hubieses querido
que la palabra estuviese
detrás de ti,
añejándose y adelantándose
en la posesión del verbo,
que las palabras hablasen
por sí mismas,
que continuasen repitiéndose
hasta encontrarte,
como una extraña pena que falta
y que desea permanecer alargándose
en el vacío
aunque quizás ya fue pronunciada
y llevada hasta el umbral de su historia
y de tu historia
que extrañamente
le ha abierto la puerta
a todas las señales
del silencio,
desmantelando la afonía
incluso,
de una dicción aterida
liberada para siempre en los labios
de esa muchedumbre ignorada.
BERNAL, 7 de agosto de 2005.