Hacía tiempo que no estaba
en el limbo, por así decir:
las costuras de mi mundo
y la informe realidad
reventadas por dentro,
una auténtica implosión.
Y ya ves, así en los huesos,
como dios nos trajo al mundo,
con las cortinas de los ojos
empañadas y sin fe,
nada es gratis para nadie;
al dar la vuelta a la esquina
me he topado con un tótem
y me he puesto a rezar.
Algunos dirán
que me he vuelto loco
y que vaya desperdicio,
con la reputación que me había labrado.
Pero a mí no me importa,
la ocasión lo merece…
En la colina moteada
por manchas blancas e imprecisas,
con las chicharras silbando
como si tal cosa no fuera
excepcional en sí misma,
la tarde transcurre
parsimoniosa y me tensa
como en un arco, enhebrado
al cordel del tiempo, consciente
de su vibración prematuramente audible
y de su verdad, que es siempre austera.