¿Cómo no desear
tener ángeles por manos,
volando infinitos
por todo el cálido cielo de tu piel?
¿Cómo no querer tocar
la llama hermosa de tu carne,
ardiendo seductora de belleza
por encima del sol eterno de mi fantasía?
Irán hambrientas las horas
tras la miel traslúcida de tu nombre,
y traerán una erótica fragancia
-que en su lejanísima cumbre-
hasta aquí solamente huele a rosas…
¿Qué silencio cubrirá
la húmeda tersura de tu cuerpo
si la luna de mis ojos
quiere robar el misterio que te viste
y ahogarse,
¡si!
ahogarse en su sed
en la dulce fuente de tu penumbra?
Querrán anidar allí
estos labios moribundos en deseo,
hurgando lentamente
el terso mapa de tu anatomía
cabalgando presurosos en su hambre
la suave sensualidad de tu tormenta
afrutada y deliciosamente almibarada,
tronando afrodisiaca de lujuria
todo el poder de su elocuencia…
¿Cómo no querrá sellar mi lengua
el perfumado pétalo de esa travesura,
y en la prohibida desnudes del paraíso
extraviarse embriagada
recorriendo tu mojada primavera?
¿Cómo no querrá este destino
alimentarse del incendio que te puebla,
siendo devoradora jauría
-sedientamente insaciable-
cazando tus latidos
en todos los caminos de tu naturaleza?
Verán mis ojos
tu desvestida maravilla
y las cenizas revueltas de este anhelo
renacerán dentro de ti
al penetrar en viva carne palpitante,
arropara mi boca
la embriaguez de tu acertijo,
y tejeré con lamidas sin fin
la nueva ropa de tu figura
Si…la vestirás,
pues será el placer el hilo de su tejido
y una caricia sorda a lo imposible
buscará la llave secreta
a la única bóveda de tus besos.
