Me complace dibujar sobre el lienzo
de tu cuerpo hechicero,
caer sobre ti igual que el aguacero,
rudo y también ligero.
Soy epílogo, intervalo, y comienzo,
y tú eres un misterio
que prosigue en suspenso,
un texto sanguinario sin autor,
y tus brazos, gozoso cautiverio:
refugio cálido en el cielo extenso.
El amor me convierte en un actor,
en un payaso triste,
en un histrión sensual
que a tu orden se desviste
versátil o asexual.
Nuestra historia es un guión
escrito en la cabina de un avión,
es la espina de una rosa, clavada
en mi habla torpemente apasionada.
Y a veces arrebato de tu boca
el rimel carmesí que me desboca
ríos de eyaculacíon afable,
para regarme en tu vientre admirable.
Y siempre me resultas necesario,
así como el crepúsculo a la luna,
así como el héroe al adversario,
como “Nessie” nadando en la laguna.
Me encanta que ese último verso le dé título al poema. Creo que resume muy bien ese nadar por las aguas del amor y la pasión.
Muy bueno el poema, Jorge