Cómo, dónde y cuándo

Para no verme a solas lamentando,
no comparto palabra ni lamento
con nadie que sustente mi tormento,
sin antes ver el cómo, dónde y cuándo.

Pues más vale tener el juicio blando
que verme en boca ajena sin talento,
víctima del peor aburrimiento
que a la limón me pueda estar matando.

Y aunque cuide de mí sin más reservas,
estando ante un amigo indiferente
ya guardo el más frugal de los mutismos,

por si acaso entre tantas ricas hierbas
me viera perturbado de la mente,
dando así, justo al traste, con los mismos.

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