Cisma

La primera mentira que creímos, ciegos
fue que el rojo oscuro y macilento
de la delgada línea a pulso mal trazada
entre tu pecho piedra y el mío tejar
habría de hacer de nosotros padre e hijo.

Creímos que la sangre bastaba
para tejer lazos más fuertes
que el tiempo
los ríos y el tedio
que ya desde mis tiernas edades
cercaban mi carne y mi alma con
el hambre y los dientes de una jauría
de lobos feroces.

Espero que tú también hayas aprendido
la única lección que habrá de enseñar
esta cisma que es boca dentada
y que tiene lengua bífida que
pronta se agita sin siquiera reparar
que haría mejor en callar
para no herir

Y puedes tú,
atrapar mis verdades con los labios
reducirlas a polvo con los dientes
y escupirlas hacia un lado con desprecio,
puedes mentir y desmentir lo que he mentido,
y puedes alzar más la voz como el cobarde.

Pero yo ya he aprendido
que el tiempo solo corre hacia delante
que nunca mojas tus pies
dos veces el mismo río
y que las corrientes lo arrastran todo hacia el mar.

Y ahora sé que el tedio,
sultán de la corte de los males del alma,
plaga de termes en Alejandría,
mal congénito de los que nacieron cuando yo:

Terminará por borrar el último filamento
dejando un rastro de carmín mal pintado
indistinguible de la huella que deja una herida fatal
Y borrará los lazos,
encubrirá los rastros
confundirá los caminos.
Y acabará los ríos y llevará al tiempo
a donde habita el olvido

Y borrará la primera mentira
y a ti, tan cierto
y a mí, tan falso
y a nuestra estirpe, tan diáfana.

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