Quizás de mí dirán muy poco,
que era amante de la luna,
aficionado a los altares de piedra
y al viento entre las flores.
Me recordarán
en el momento del adiós,
unas cuantas mujeres que nunca me leyeron,
confundidas por mi perfil romántico
y aquella mirada preocupante
que nunca tuvo el visto bueno de mi madre.
Quedará alguna huella casi imperceptible,
aquella banca en el parque,
la ventana del café desde donde contemplaba
tierra firme y sus demencias.
Quizás alguien recordará
cuántas veces me dije
hasta aquí llegamos,
hemos completado el ciclo
sin alcanzar ser concluyentes,
si todo comienza nuevamente
en el momento del adiós.
Quizás de mí dirán muy poco,
pero eso quizás sea suficiente.
Alucinar acabó siendo la última excusa
del condenado a sí mismo.
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