Han pasado años y aún te recuerdo.
No puedo olvidarte, me gustaría que volvieras,
con tu sonrisa, con tus dramas adolescentes, con tu carisma, con tu amor por la vida…Te echo de menos.
No puedo olvidarte, cómo hacerlo, nadie lo hará. Sin embargo, yo estoy presente y parece que esté muerta, no tengo esa alma que tú tienes.
Lo siento, sé que te despediste un día sin notas, ni me dijiste por qué te ibas, te fuiste y ni me di cuenta. Perdón, olvidé cuidarte. ¿Fue eso? No, no lo creo. ¿Fue que él ya no estaba? ¿O fue básicamente porque te tenías que ir?
Sea cual sea la respuesta, por favor no me lo digas, no me tortures más, no quiero que me metas la espina del error.
Mejor, hablemos sobre el mar, nos gustaba el mar, ¿te acuerdas? Ahora no hay peces, ni olas, tú eras la sirena, no había belleza más profunda e inspiradora que tú. Los barcos ya no navegan y los pescadores ya no se atreven a divagar por esas aguas tan solitarias y tristes.
¿Qué será de mí? Sin el mar, sin el agua, sin el alma que tú regabas.
Te echo de menos y lo que más duele es saber que no vas a volver.