Señora, señorita, o como se le dé la gana que la llame. Apenas la conozco y ya sé de su padecimiento. Desde que me habló de su amor, de como la vida la llevó a todos estos vericuetos, del querer por obligación, de corresponder porque eso esperaban de usted, y sobre todo de jugar ese sutil rol de mujer querida, entendí de lo que me hablaba.
Mire. Yo creo que su dolor nace de esa brutal ausencia de libertad en la que usted se metió , pero también en la que la metieron y ahora quiere escapar. Es que me parece profundamente injusto que, en virtud de su rol de madre, la conviertan en esclava de las cosas que quiere su marido. O su exmarido, ahora con todo que sucede entre nosotros. También aborrezco esa mirada de las gentes que la rodean, ahora que se quiere alejar de su verdugo, vaticinando que usted es una libertina por querer amar a otros. Déjelos, ellos hablan desde su propia celda.
Debo ser claro con lo que le puedo ofrecer. Yo solo busco mi libertad. Mi libertad y compartirla con quien amo. No soy de meros contactos sexuales porque sí. Nunca se me ha dado. Contrario a eso, ahora que la conozco un poco, puedo decirle que mi mayor deseo en todo esto es mi ambición porque encuentre toda esa libertad que le robaron. Que en nuestros encuentros pueda encontrar una trinchera en la que pueda convertirse en lo que usted desee. Está bien. Conmigo puede saberse como le venga en gana.
Quiero que sepa que estoy a su merced. No tengo temor de eso. Si quiere contarme sus mayores confidencias, puede hacerlo, no tema. Si me ama a mí, y a la vez a otros cuatro, adelante. No tenga temor. Quiero sé de la oportunidad de realizar todo eso que le robó al que llamaba el amor de su vida.
Puede ser conmigo otra cosa. Ya no más mamá, ni mujer, ni maridos, ni ambiciones o apariencias. Cuando estemos en este pedazo de mundo nuestro, saquemos ese otro algo que usted siempre ha guardado. Grítelo. En nuestra intimidad le prometo que no haré como otros hombres, que solo ambicionan su sexualidad. Nada de eso. Si quiere pasemos horas hablando sobre lo que siente su corazón, del miedo a la muerte, de sus sueños que cedió por cuidar de su familia. De lo que sea que allá dentro le asfixie. O si quiere no hablemos de nada. Llevo yo las riendas, o hágalo usted, da igual. La cuestión es que decida. Sé hacer algunos buenos masajes por si se le antoja.
Mucha palabrería. Con todo esto que le escribí me dio sed. Me dispongo ahora a tomarme una cerveza en el frío de esta noche Bogotana, once de la noche son ya. Mañana viajo a su encuentro, allá nos veremos. Descanse.