A veces la vida duele tanto que casi olvidas el nombre de tu madre, o lo recuerdas, pero no lo reconoces como suyo; y te duele y te avergüenzas, como si debieras recordarlo siempre, aunque la verdad es que un día lo olvidaste para seguir adelante.
Hay lugares de este mundo que siempre te recordarán de dónde vienes, y su olor te acompañará para siempre. Hay lugares a los que no quieres volver, pero que te arrastran a ellos sin poder evitarlo, porque son muchos, porque los hay a millares y en todas partes, porque se reproducen como una necesidad de la que no puedes escapar.
Y me parezco tanto a ti, tanto. Heredé una fuerza de la que tú carecías, pero tu dolor y tu incapacidad de superarlo me acompañarán siempre. Siento que me arrastro por el suelo, mama, siento que me pierdo como tú te perdiste un día, siento que todos esos brazos a los que agarrarme, y que tú nunca tuviste, no son suficientes para levantarme hoy.
Han pasado los años, muchos años, y nada ha cambiado.
La vida sigue, mama, la vida sigue y tú no estás.