Odio la vanidad que poco dura
y mucho más lesiona la entereza,
de la cual ya se nutre la grandeza
que con razón nos da la edad madura.
Hoy se podría ver como locura
el dirigirse al mundo con franqueza,
manteniendo muy alta la cabeza
como señal honesta de frescura.
Será mejor andarse sin mentiras
mirando a las personas a la cara
sin dejar de avanzar siempre de frente,
lejos de ser el blanco de las iras,
que sin duda la vida me amargara
por no haber sido honesto y consecuente.