Canción de la estrella

Dicen las lenguas enrejadas que la luz que brilla en la grieta del horizonte es una muchacha desnuda pariendo una alborada celeste. Senos se cristal, cabellos de plata, en sus ojos se estremecen dos guirnaldas verdes. La miro despacio, me muero por verla y, cuando desaparece, le digo que vuelva en las alas de un sueño.

Tiembla la aurora de frío y de miedo; en el corazón del invierno palpitan pasiones de hielo. La luz gravita, oscila y se pierde. Al rato regresa galopando sobre un caballo tejido de mimbres, desplegando en el aire sus largos brazos de nieve. Se encalan de blanco las infinitas paredes, y en la techumbre del viento parecen engendrarse copos de claveles.

Mi canción la sigue adonde quiera que vaya, aunque su alma se adentre en los oscuros abismos de la madrugada. La espero sentado al filo de los deseos, para sentirla pasar, veloz como gacela soliviantada. Aún no sé, ni mi canción conoce, si es la luz la que resplandece o es esa muchacha que en los balcones del alba asoma su reluciente hermosura.

Texto extraído de mi libro «El delirio de la palabra. Prosas y versos de juventud» (viveLibro, 2016)

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