Cuando mi caminar perseverante,
a la vez resentido que indolente,
sin pausa me conduzca indiferente
por cualquier vericueto itinerante,
ya quisiera cambiar mi ego andante
por un depredador irreverente
que conciba agradable mi presente,
sin soportar el pánico un instante.
Porque si he de vivir con taquicardia
podría amar y odiar sin resquemor
todo cuanto me cruce el pensamiento
y pensar que si quedo en retaguardia
me buscaría un cielo acreedor
sin otra condición ni fundamento.