Yo no pretendo caminar a ciegas
sin antes comprobar con quien compito,
como si todo me importara un pito
al creerme el magnate de las Vegas.
Y es que conozco insólitos colegas
a los que nada doy yo ni les quito,
que bien podrían hoy dejarme frito
sin que reparo pongan a las pegas.
Si de casta me viene tanto orgullo
al denunciar los vicios del tirano,
perdón jamás le pido de rodillas
porque caso jamás me haría, intuyo,
siendo cualquier promesa muy en vano
como lo fuera un beso en las mejillas.