Cadavérica agonía

El gallo canta
para el oleaje del vulgo
al son de un ojo de fuego
que despierta los lamentos
ocultos de los muertos,
habitantes de una nostalgia
que fermenta sus días grises.

Ellos, conscientes de su desgracia,
gritan en tumbos sonámbulos;
oscilante eco obstruido
por el grosor de la tierra
que duerme sobre ellos.

Mientras, en los huesos
vibran los rostros de sus linajes
como cruentas espinas que agravan
la podredumbre de la impotencia.

¡Oh, muertos desahuciados!
Ustedes conocen la cúspide
de una tristeza silenciada,
que viaja deliberadamente
en el eclipse cíclico
de sus ramas caídas.

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