Cabalguemos,
amigo Sancho
que tenemos que llegar
a Campo de Criptana.
Apúrate que junto
a una higuera traida de Montiel
hay que regar unos ojos,
en un clavel.
Tan grandes
como los de mi amada Dulcinea.
Que no veremos ni tú ni yo.
Pero serán la luz eterna
de estas tierras.
Aviva amigo que la empresa
nos espera.
Hay mi señor…
no será otra de sus maquinaciones
de gigantes y fantasmas.
No sancho mio,
nosotros no los veremos
pero serán.
Cabalguemos que la tarde
se nos escapa…