La espectro al atardecer se apelmaza bajo la sinuosidad de una forma sólida —pareciera que las penumbras le otorgan algo de sustancia—. Enfrente, tiene el rugido del mar violáceo, ese vasto cúmulo de lágrimas saladas, de llantos y de inconsolables ausencias. En un “lapsus” de locura asfixió la pequeñez de tres vidas. Y como Sísifo, padece la inmanencia en la repetición de un castigo eterno. Un océano de lágrimas no basta.-
Chane Garcia
@ChaneGarcia
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