Soy el que no soy
aunque parezca lo contrario,
el quinto Beatle,
el bateador emergente,
un no deseado
el del registro de elegibles.
Hijo desconocido,
de padre conocido.
En la fecha de mi nacimiento
Dios tuvo un día malo,
se levantó con el pie izquierdo.
Acababa de fallecer Einstein
el tiempo se había vuelto relativo
la eternidad llegó al final del camino
y se quedaba temporalmente sin mensajero.
No conservo memoria de mi nacimiento
pero existe el registro de los muertos
por aquellas fechas,
a quienes se les acabó la cuerda
y nos enteremos por telegrama,
algunas semanas después de fallecidos
porque el correo tuvo un retraso.
Comento lo que me contaron
cuando ya estaban sepultados,
ahora nos morimos en tiempo real
anteriormente eran tiempos ficticios
y morir era más lento.
Confirmo lo que dice el acta
en el registro nacional,
soy un número de identificación
un archivo digital con información básica.
El nombre de pila es secundario,
existimos muchos con el mismo nombre
aunque todos seamos distintos.
Lo grandioso de cada uno
muere con nosotros.
Escribo, olvido y abandono
en un teclado iluminado,
descubro lo imperecedero
desde mi escritorio
en una habitación solitaria.
Leo sobre el artista consumido por su propio éxito
a quien llego por sus primeros pasos
donde nadaba interminables
jornadas de aplausos y engaño,
hasta que se hundió en una jaula
para enfermos mentales.
Escucho su música,
líquida como un manantial
donde los días del asombro
determinan que entre el ruido y el silencio
habita la armonía. Lo escucho y descubro
la forma como evado escribir el poema
cuya vergüenza me llevó a proponer
estos versos que los dioses no escuchan.
Su locura lo consume
su música lo rescata.
Por lo que no he sido
capaz de decir,
vergüenza me provoca
la insistencia en la poesía
y la grandeza de su música.
Soy solo un número
una experiencia equivocada
un lamentable error gramatical
pasado en limpio y ya es muy tarde,
en el cierre de edición se acabó el tiempo
para cambiar la presente versión.