“Hundir las manos
en el agua del tiempo.
Ir al fondo
del futuro que pasa (…)
Estar siempre en la punta
de polvo de la espada.
Beber despacio el tiempo
-el nuestro y nuestra nada-”
(Julia Uceda)
¿Acaso es el tiempo el que pasa…?
¿Acaso son los días
que te atropellan…?
O eres tú, quizás,
la que camina
apresurada
por la superficie
inclinada
de unos días
que van cayendo
de uno en uno
como hojas de árbol,
que arrastra el viento
por otoño.
Y se desprenden
inadvertidamente
de tu piel
los sueños, los deseos,
los íntimos anhelos
y secretos
que acariciabas
en silencio
como un bello
tesoro
por abrir.
Y un día, adviertes,
que te dejaste
atrás
la dicha o la tristeza
de momentos
que viviste
y que ahora
se escapan
sin remedio.
Las personas
que amaste
y que te amaron,
la nostalgia
de lugares
que habitaste,
que fuiste recorriendo
a lo largo
de los años…
se esfuman en el aire.
Y hundes tus manos
en el agua
del tiempo.
Miras tus manos
que se vacían
y tiemblan,
con un temblor
sutil
e imperceptible.
Tus recuerdos
resbalan,
se derraman
hilo a hilo
por tus ojos
como fuente
gota a gota.
Y ajena a tu equipaje
te preguntas
en qué momento
…se te escurría
la vida…
Y sigue yéndose
en silencio
como el agua
de un río
que se aleja,
casi sin darte cuenta.
Queda…
beber despacio el tiempo que te quede.
Mi foto: Río Múrtiga.