Del amianto que se grafita en lo pétreo de la roca dura… brota de la grieta ígnea el tentáculo una vid de hierro… Negra, como lo que fue forjado a calor de lo doblado. Terca, como el empeño mismo en el que se place la vida.
La vid se aferra al banco de hierro, se le enzarcilla en los recodos de las dobladuras, y una vez allí, segura y fresca, se le engrosada el tallo, se enfollese de plata las hojas puras…
Luego, al rubor del otoño, colgarán violáceos los robustos racimos de negra metra, a cuya pulpa prieta y seguro diminuta, se endulzará por contra, el tenue el recuerdo de un mar antiguo… salado, como las las resolanas de Araya; somero y cálido, como la mediterraniez del palpo en la que se expresa su delicia.
¡Ahí está!, los piscígenos te han diseñado un rincón de cata, donde a luengos ratos, acompañado o a solas, embriagarás sorbiendo el netar, hasta que ya no restañee la crepusculación del Sol.
Al tiempo, tu casa se hizo un antro de bacos barrigones y de modeladas ménades hirsutas, donde emborronadas Musas dibujadas sin rasgos, enzarcillan al tuerzo tras el oído, enredados destrozos y deliciaduras.-
Chane García.
@ChaneGarcia
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