Recuerdo cuando bailábamos pegados.
Uno mirando al otro
con la frente rozándonos.
Ese movimiento lento,
esa mirada tranquila y salvaje a la vez,
ese momento intenso.
Despacio.
Paso a paso.
Cuidado de no pisar ni de morder,
cuidado con tus labios.
En ese momento me dije a mi misma: cuidado con el tropiezo más bonito de tu
corazón, donde puedes caer y siempre quedarte ahí.
Y ahí en sus ojos también me quedé,
a la par de sus pasos
y al son de sus labios.