Autorización

No necesitas autorización.
No la necesitas de nadie.
Si tu sientes que debes
darle la Luna a alguien,
dásela.
Déjasela para que juegue.

O dale los anillos de Saturno
que son un aderezo perfecto
y suelen quedar de muerte.

Y no te preocupes por la Nasa
ni por el banco de la esquina
ni lo que piense tu vecina
ni lo que diga la del siete.

Porque si ya estás vivo
el permiso ya lo tienes,
te lo diste tu a ti mismo.
Y las normas nunca valen
si el juego te lo permite.

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