Autoefigie

Esparce su veneno,
el zumo de la nada,
sobre playas desiertas,
sobre la noche amada.

No canta los placeres
inaudibles ni llama,
con fingida alegría,
al que atormenta a su alma.

Esconde su latido
dentro de las palabras,
en los secretos versos
que hieren como espadas.

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Esa primera estrofa, tremendamente bella y llena de desolación…
Magnífico poema!
Un saludo, José Antonio.

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Gracias por tu comentario. Me alegra que te guste. Un saludo.

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