Veo esa pequeña espalda encorvada
de hombros caídos al peso de un haz
de noventa y cuatro años, incapaz
e inerte, con la brújula averiada.
Tortuoso le han diseñado el trayecto
al azar, los últimos cuatro lustros,
alejada de apreciados gustos
y enajenada del sublime afecto.
Así tengo a mi madre todavía,
y en la peor angustia de mi amor
ante la clemencia divina apelo;
Y al verla tan enferma, en mi dolor
milagros al cielo arrebataría
cuando todo está perdido en el suelo.
21 de agosto de 2014
Estos versos surgieron en el pasillo de urgencias del Hospital Universitario de Tenerife cuando el médico me dijo que ya no había nada que hacer, solo un poco de calidad de vida sin medicamentos agresivos.
Tremendo soneto, compañero!!!. Imagino tu pluma con el pecho encogido y la tinta como lágrimas, muy emotivo, gracias por compartir tu gran sentir!!! Abrazos!!!
Estimada poeta, ni te imaginas la emoción que me ha traído tu comentario, con tan solo trece palabras, has descrito un momento vivido hace seis años que raya mis ojos y te agradece con el alma. Gracias, gracias, estimada Ana María.
Un abrazo grande.
Admirado poeta, la madre desde siempre nos provoca ternuras inefables y cuando se deshace en el ocaso de su vida, se desbordan las emociones. Un abrazo amigo.
Encantador Soneto!
Versos más tiernos y sublimes al ser más maravilloso como lo es la Madre.
Que tu bello poema sea una plegaria y la abrigue de salud y bendiciones.
Saludos cordiales, Edel!
Gracias estimado profesor, ya sabes como es eso, el verso brota desde la humildad del pensamiento y abraza la ternura hecha madre y se funde en ella, se queda con ella y cuida de ella.Tus comentarios me motivan Mucio_Senior. Un abrazo fuerte.