Miro con curiosidad cada sombra,
y en cada eco escuchar tu voz quiero.
En cada puente veo un atajo,
en cada sol, un día muerto.
Las luces silenciosas me preguntan:
“¿Por qué te espero?”
Y les respondo: “¿Por qué no hacerlo?”
Mi alma la reservo,
así como tantas palabras.
Tan vivas como muertas,
solo enfatizan que no te tengo,
que en las olas escucho tus gritos secos,
y estoy paralizada, sin poder corresponder tu eco,
esperando.
Sé que también me esperas,
y te reconoceré, alma tuya como mía,
renaciendo en esta nueva vida.
En tus ojos veré mi alma,
y en tu alma ya he dejado mis ojos.
En tus labios han quedado rosas
de mi jardín náufrago.