Aún las manos ardían
al contacto con tu piel, ardían
recién nacidas, parecían
rojas en el amor
y rosas tras el amor vencidas
y tras el amor la travesía
por las rutas de tu voz
como un tranvía
hacia la madrugada
hacia el día
tránsfugas de la noche
siendo tan sólo
niebla enamorada
una casa y una luz y una cama
donde arder, despacio
abrazados a la calma
abrazados a la nada.
6 Me gusta
Madre mía, Javier!!! qué maravilla!!!
1 me gusta
Maravilloso poema, Javier!
Abrazos.
1 me gusta
Qué preciosos versos, Javier.
Que sigan ardiendo…
Abrazo.
1 me gusta
Qué bien que te guste, María!
Un fuerte abrazo!
1 me gusta
Abrazamos todos los días a la nada del mañana. Precioso
1 me gusta
Eso, que arda!
Gracias, Wallace
Abrazo
1 me gusta