Apagado ante el mundo
el atardecer es una calle abierta en la herida.
No sabremos cuál instante unido nos separará
aunque estemos cerca de la hora negra.
Le debemos a la tarde toda una vida.
La nostalgia traicionera, como una pesadilla,
posa sobre nuestros ojos el silencio,
los alumbrado de luces reviven;
las esquinas nacen de vuelta.
Nosotros seguimos en la honda turquesa de la tarde,
pero pronto todo acaba en la noche abandonada.
Apagado ante nuestros ojos
el atardecer ya no existe.