Asumir la miseria

Cuando el hambriento escupe su miseria
justo debajo de la faz del rico,
la cosa empieza ya a ponerse fea
y puede que un traspiés les cierre el pico.

Porque la situación puede que explote,
cuando nada le quede por perder
al pobre que reciba el cruel azote,
si al potentado pide de comer.

Será que demasiada hipocresía
remueve los cimientos del planeta,
borrando de los rostros la alegría
de quien acata a punta de escopeta.

Quien sabe si rechazo se merece
quien tan sólo su hiel a cambio ofrece.

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