Voy a tropezar de nuevo, estoy al filo de la ira y de la sombra. Siento que esos tiempos horribles me depositan en lugares que no establezco residencias, que no aguanto una despedida más. ¿Me recuperaré?
Siento que todos los caminos me han dejado aquí, escucho voces todo el tiempo, y cada vez son más rotas, no puedo concentrarme, imagino todos los escenarios en los que estuvimos y nos dejamos. Así que creo que voy a hacer lo que creo que es mejor. El ascenso de las letras y las calles han sido la mayor alegría posible, en todo lo vivido, he sido alguien pudiera vivir, o lo que alguien desearía ser lo he deseado yo. No creo que nadie más haya sido feliz mientras nosotros lo fuimos, hasta que nos vino esa enfermedad, tuya y mía. Y no quiero luchar por más tiempo. No puedes leer todo lo que he escrito y eso es la desdicha más grande. Sentir que te he perdido, sentir que me he encontrado.
Lo que he escrito hasta aquí es la enorme felicidad que me has brindado. Las estrellas rotas y tu mano por entre mis días. Hemos sido pacientes con nosotros mismos, que nos hemos dejado así: con las huellas y las yemas casi intactas de tanto que nos tocamos. Si alguien pudiera salvarnos hubiéramos sido nosotros. Nos hemos ido a las lejuras de la ciudad, donde no hay gallos que hagan salir al sol, solo tengo en mí la certeza de tu bondad y la nostalgia de mis párrafos.
No creo que nos hayamos hecho mal. Y te lo digo, mientras fuimos felices nadie más lo ha sido.
Vuelco ahora todas esas palabras en poesía. En dulces instantes para poder encontrarnos.
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