¿Y si Ariadna aún sigue dentro del laberinto,
inmóvil, consciente y lúcida;
guardando el terrible secreto?
En la oscuridad, oye el sonido del tiempo,
la efigie de una idea; el tenue zumbido,
monocorde, del monstruo que se acerca,
que nunca llega,
que danza en la eternidad del miedo.
Los dioses se han extinguido;
han dejado el caos y este instante
donde Ariadna vive y muere,
sin lamento,
dejando inconclusa la historia,
el devenir,
las palabras que narran
el cuento, inverosímil, que Ariadna
se cuenta, en la tensa espera
que nunca cesa.
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Chulísimo este poema, José Antonio.
Muy bien elaborado, buen interrogante al inicio y un gran final
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Muchas gracias por tu comentario. Quizá seamos el sueño de Ariadna. Saludos.
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