No creo que pueda
morir de bondad,
seguramente querer a los incendios
no me cueste la vida
y el karma me devuelva
el favor;
el universo me favorece
el color de los ojos
y me ayuda a equilibrar
la balanza.
No vivo por justicia,
quizá por venganza,
sólo que solo
no me gusta jugar
con las palabras y quitarle
los acentos
hasta que pierde el sentido
de soledad.
Me resulta fácil
ignorar las distancias
obligatorias
o voluntarias
y evitar accidentes
de corazón,
de sangre
o amistad;
me resulta fácil
conjugar todas las formas
del verbo olvidar
y aplicarlas
a matar,
clavando todas las plumas
que gasté escribiendo
de ti.
No te confundas,
no busco ser un foco
que ilumine tus pasillos
ni sigo una ley implícita
en el día que nací,
no estoy aquí
para vernos arder
o ser el caos que provoque
la desemboscada en precipicios
por miedo a escuchar
aquello que llevo sabiendo
antes de que el cielo
pudiese pronunciarlo.
Sé que sentir
en momentos tan inoportunos
como este
y lo digo sin temor
de quedarme sin oxígeno
entre sílabas.
Me pediste escribir lo impensable
y repetir lo innombrable
todo lo que pueda,
me pediste mentir
en todo lo que nos concierne
y nada dicho aquí es verdad.
Así que lee de nuevo
quitando las negativas
y cambiando el ritmo,
todo es cuestión de perspectiva.
Estás aquí
y escucho tu voz embotellada
en mis arterias,
te he archivado
en los álbumes de fotos
vacíos,
sigues existiendo
pero yo ya no te veo
y esa es la única verdad
que no varía
incluso cuando intento
que sea mentira.
