Importa, alguna vez, que sepamos rendirnos;
claudicar, simplemente, cuando la tarde expira,
sin un escalofrío rozando las pupilas
ni una errata en el gesto, tal como se ha vivido
Hay que abdicar a tiempo antes que los suspiros
aneguen con su adagio la frente de cristal;
más que extraña morir fuera, sin antes, la vida,
confín distante acoso del hielo y sus caminos.
Seamos leve la tierra, pues todo se lo dimos
y todo en ella, pecio, naufraga o se disipa:
quien nada espera, nada pierde, Nos purifica
zarpar en su momento, solos, como es debido.