Antes de que te vayas

NOTA: No animo, ni por asomo, al incumplimiento de las medidas de seguridad implantadas por el COVID-19. Por favor, llevad mascarilla, guantes, desinfectante y respetad la distancia de seguridad. Cuidaros y cuidad al resto. Esto solo es ficción.

— Me voy. — dijo Leah.
— Lo sé. — respondió Tobias.
— No sé cuando volveré.
— Y, ¿sabes si vas a estar a salvo allí?
— Creo que nadie puede responder esa pregunta ahora.
— Esta habitación va a estar muy silenciosa sin ti.
— Siempre puedes encender las luces e imaginarte a nosotros bailando en la cama.
— Mis sudaderas te quedaban muy bien.
Él sonrió, pero ella no pudo verlo; estaban a un metro de distancia, no podían tocarse.
Leah volvía a casa, a Inglaterra, Tobias se quedaba allí, en Irlanda. La vida no parecía algo normal, el cielo había perdido el color, el tiempo se había roto.
El destino estaba siendo injusto de nuevo, pero, ¿qué podías hacer si no querías llorar?
— Aún recuerdo cuando las compramos. — dijo él.
— Las querías azules y violetas porque eran del mismo color de mis ojos.— dijo ella.
— Azules durante el día, como el océano Atlántico o el cielo después de una tormenta, cuando el sol está demasiado aterrado como para salir aún.
— Y violetas por la noche, como el primer zafiro que fue desenterrado e hizo que la gente se enamorase del mundo.
Ella sonrió esta vez, pero él no pudo verlo; sus manos estaban tapadas con guantes, sus caras con mascarillas.
¿Qué sentían cuando se tocaban, cómo era aquello? Sus dedos habían olvidado las carreteras que trazaron en sus espaldas, las constelaciones desconectaron del mapa, los labios estaban marchitándose y reclamando su salvación.
El corazón moría de todo el oxígeno que no podían tener.
— ¿Por qué no bailamos una última vez? — propuso Tobias.
— No podemos acercarnos más. — dijo Leah.
— ¿Acaso eso supone un problema?
Tobias encendió las luces y la radio, “Before You Go” de Lewis Capaldi acababa de empezar. Comenzó a dar vueltas, muy despacio, mientras que el color neón se derretía en las paredes monocromáticas.
Leah alzó las manos, dejando que se posaran en su cabeza mientras cerraba los ojos y movía las caderas de lado a lado muy suavemente.
Continuaron moviéndose alrededor de la habitación y acercándose más y más hasta que se encontraron en frente del otro.
Tobias se quitó los guantes, tirándolos al suelo. Después cogió las manos de Leah e hizo lo mismo.
Él le agarró de la cintura cuidadosamente, ella se deshizo de las mascarillas que llevaban; ¿cómo era posible que algo como aquello se convirtiese en un gesto tan íntimo y sensual?
Leah no dudó y le acarició la cara. Se miraron un momento, bailando el vals más peligroso que jamás había existido.
— Creo que te equivocas. — dijo Leah.
— ¿Sobre qué?
— Mis ojos. Los tuyos harían que todos se enamorasen del mundo en momentos como este, y eso es más encantador que el océano o la primera piedra preciosa que fue descubierta.
La canción estaba acabando, el mundo también, el virus estaba ahí fuera y estaba ganando, podían enfermar, incluso podían morir, pero el miedo no existía por un minuto porque, para ellos, aquel era el lugar más seguro del universo.
Se abrazaron por última vez, tan desesperada e insaciablemente, de una forma tan intensa y trágicamente hermosa.
— Te quiero, Leah.
— Te quiero, Tobias.
Y se besaron sin saber siquiera si volverían a hacerlo alguna vez.

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Muchas gracias! Significa mucho, no estaba convencida de si iba a gustar o no, no me gustaba mucho como me había quedado :sweat_smile:

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