Pozas azules y cascadas,
un monedero con hechiceros y brillante estulticia,
Cervantillo inocente del Dios que debe guardar bajo su teta un recibo,
una montaña rusa para las ansias crecientes y nuestras frecuentes circunstancias,
un dislate donde caigan losetas de los puentes que distorsionan,
un diferente camino donde ya no ingresar a la ciudad de murallas o la zona de urgencias.
Era tu brazo entrelazado del mío,
glóbulos rojos y una carroza fúnebre de frente al barranco,
la sedición de un maestro inexpresivo a tus gestos
una jauría de latidos fantaseando la medianoche.
Análoga carátula de la parte de tu bendito corazón en un bocado de esta alma,
el desasosiego cuando germinas lejanías,
la arquitectura rodeando tu humor hogaño,
la Buenaventura en cada astro del alba nueva
y créeme que tengo hordas bárbaras en mi cuaderno vacío con tu nombre,
la casualidad si la felicidad de ambos se acuerda de pronto de su salvaje naturaleza,
una enfermedad que nos ignore a los dos,
un tratado secreto para asesinarnos de amor
el sabor de estos labios que fueron tan tuyos,
y la primavera de estos ojos cuando regreses a mi mirada.